Josè Sabino Abdala Falabella
Nieto restituido por las Abuelas de Plaza de Mayo
José Sabino Abdala nació el 27 de julio de 1974. Es hijo de Susana Falabella y José Abdala. El 16 de marzo de 1977, con tan sólo dos años y ocho meses tuvo que enfrentar su secuestro y el de sus padres en su domicilio de la ciudad de La Plata. Junto con ellos fue secuestrada también María Eugenia Gatica Caracoche, una niña de trece meses que se encontraba circunstancialmente bajo el cuidado de sus padres.
Los niños fueron llevados a la Comisaría 5° de La Plata y de ahí a la Brigada Femenina donde fueron entregados a diferentes familias. María Eugenia fue apropiada por un comisario y recuperó su identidad en 1984. Sabino fue apropiado por un matrimonio de San Justo que lo anotó como hijo propio, nacido el 7 de agosto de 1976, con el nombre de Federico.
Las primeras dudas de Sabino comenzaron entre los ocho y los diez años. En ese momento, descubre que no es hijo biológico de quienes decían ser sus padres.
En 1992, Sabino fue localizado por las Abuelas de Plaza de Mayo. Su filiación fue confirmada en 1993 una vez realizados los análisis inmunogenéticos en el BNDG. En 1998, la justicia le restituyó su verdadera identidad.
Sabino colabora con las Abuelas de Plaza de Mayo para encontrar a los cuatrocientos nietos y nietas que aún faltan recuperar: ‘Yo colaboro con las Abuelas. Los nietos tenemos que darle una mano a las Abuelas, ellas se ponen contentas con nosotros y se sienten contenidas’.
Susana y José, sus padres, continúan desaparecidos.
‘Siempre es mejor el camino de la verdad, aunque sea doloroso, te libera’. (Sabino Abdala)
LA HISTORIA DE SABINO
José Sabino Abdala es hijo de Susana Falabella y José Abdala. Perdió su identidad el 16 de marzo de 1977 cuando fue secuestrado junto a sus padres. Así presenta su historia:
Me llamo Sabino Abdala y nací el 27 de julio de 1974. Mis papás militaban en La Plata. En marzo del ’77 cayó una patota de la policía y secuestró a mis padres, a mí y a María Eugenia Gatica, que era una nena chiquita que ese día se había quedado en casa al cuidado de mis papás. Yo tenía dos años y medio en ese momento y María Eugenia tenía un año y un mes. A nosotros nos llevaron a una brigada femenina y nos repartieron. María Eugenia es llevada a la casa de un comisario y logró recuperar su identidad en el año 1984. A mí me entregaron a una familia de San Justo que tenía relación con la Brigada de San Justo. Mi supuesto ‘papá’ era doctor y mi ‘mamá’ era encargada de una clínica. Ellos me anotaron como hijo propio.
Sabino fue apropiado por un matrimonio mediante una partida de nacimiento apócrifa en la cual figuraba como fecha de su nacimiento el día 3 de agosto de 1976, con el nombre de Federico Gabriel.
Mi infancia fue feliz. Yo empecé a dudar de mi identidad porque no era parecido a mis hermanos. Ellos son rubios y yo no. Entonces empecé a preguntar y me dijeron que era adoptado pero que me habían anotado como hijo propio para que tuviera los mismos derechos que mis hermanos. En ese momento, si bien fue un cimbronazo, la explicación me pareció razonable y todo quedó ahí. Pero por detrás había una gran mentira….
Fue gracias a la observación y el compromiso de un profesor que Sabino, inició el largo camino de recuperación de su identidad.
En el año 1992, en quinto año del secundario tuve un profesor de Educación Cívica que vino a hacer una suplencia. Él tenía relación con las Abuelas de Plaza de Mayo. Cuando me vio en las clases, enseguida me encontró muy parecido a una foto que había visto de mi papá en la casa de las Abuelas. Fue así como presentó el caso y ellas comenzaron una investigación. Un día me encuentro con mi primo - que yo no sabía que era mi primo - y me pregunta algo. Mi tía estaba más alejada. Ellos inmediatamente me vieron igual a mi papá, pero no me dijeron nada porque temían que me fuera del país o algo así.
La causa que investigó la retención y el ocultamiento de José Sabino se inició a partir de una denuncia hecha por la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo que sostenía que Federico podía ser en realidad José Sabino Abdala. La sospecha se confirmó al poco tiempo.
En el año 1993, cuando volvía de unas vacaciones, mi mamá adoptiva me mostró un papel que decía que había posibilidades de que fuera hijo de desaparecidos y me citaban para hacerme un análisis de sangre. Yo accedí, pero no entendía la situación. A fines de ese año me confirmaron que era Sabino Abdala y que efectivamente era quien ellos estaban buscando. A fines de 1993 conocí a mi familia: tres abuelos, primos y tíos.
A partir de ese momento comienza una etapa complicada para Sabino: por un lado tenía que entender y aceptar su nueva situación, por otro lado, se inicia un fuerte conflicto entre ambas familias.
Luego comenzó una pelea contra mí mismo por mi identidad. Tardé dos años en querer recuperar mi nombre. Además, de un día para el otro era dos años más viejo. Pero lo más complicado fue que quedé en el medio de las dos familias: mi familia biológica y mis apropiadores. Cuando yo recupero la identidad, automáticamente se inicia un juicio por mi apropiación ilegal.
Poco a poco, Sabino empieza a descubrir su propia historia con el acompañamiento de los suyos.
En el ’99 me fui acercando a Abuelas y poco a poco fui escuchando otras historias. Hablar sobre esto me ayudó a hacer catarsis y me permitió entender lo que me pasaba. Ahora ayudo a recuperar los cuatrocientos nietos y nietas que faltan.
EL REENCUENTRO CON SU HISTORIA
Lo primero que recupera Sabino es su historia: Susana, su mamá, nació el 10 de agosto de 1949 en Mercedes, provincia de Buenos Aires y tenía 27 años en el momento del secuestro. José, su papá, nació en la misma ciudad el 2 de octubre de 1951, tenía veinticuatro años cuando desapareció. Estaban casados y tenían un hijo de dos años y medio, José Sabino. José era estudiante de sociología y trabajaba en una estación de servicio, Susana era instrumentadora quirúrgica.
La familia fue secuestrada el 16 de marzo de 1977 a las 12:30 de la mañana, mientras se encontraban comiendo el almuerzo, en su domicilio en la calle 6 y 167 del barrio Los Hornos. Personal vestido de civil y militar rodeó la manzana. Golpearon a José, lo encapucharon y lo introdujeron en el baúl de un auto. A Susana la pusieron en el asiento de atrás de otro auto, junto a Sabino y María Eugenia, la niña de trece meses a quien se encontraban cuidando casualmente. Luego del secuestro saquearon la casa y se llevaron todas las pertenencias.
Fueron llevados todos a la Comisaría 5a. Los niños lloraban y estaban desesperados. A eso de las seis de la tarde, un policía agarró a cada uno de los niños bajo el brazo y se los llevó. Fueron llevados a la Brigada Femenina de Investigaciones, que era usada para el tránsito de chicos. El Comisario Silva finalmente se llevó a María Eugenia - a la que llamaba Marcelita - y se la apropió.
¿Cuáles fueron tus sentimientos cuando te enteraste que eras hijo de desaparecidos?
Primero, negación. No quise recuperar mi identidad enseguida. Estaba muy confundido. Lo peor fue cuando aparecieron los abogados. Yo no sabía dónde estaba parado.
La primera vez que me encontré con mi abuela, yo sentía como si fuera una película. Era como si le pasara a otra persona. Eso me pasó el primer tiempo, era como que me ponía una máscara para actuar con unos u otros. El problema es que no podía hacerme cargo de lo que pasaba porque era muy doloroso.
¿Cómo fue la reacción de tus padres y hermanos adoptivos con la noticia?
Cuando recuperé la identidad comenzó el juicio a mi mamá adoptiva, ya que mi papá adoptivo ya había fallecido. Mis hermanos me decían que hiciera lo que tenía que hacer. Yo intenté hablar muchas veces con ella pero siempre ocultó la verdad. Así que dejé que actuara la justicia. El juicio fue muy duro y llevó siete años. Ella estaba acusada por falsificar mi partida de nacimiento y por ocultarme. En ese momento yo me sentía en el medio entre las dos familias: mi familia biológica y la adoptiva. Finalmente le dieron tres años de prisión excarcelable.
¿Por qué cuando reciben la notificación no hay resistencia de tu familia adoptiva?
Cuando llegó la citación para el ADN, también llegó una nota donde tenía fotos de chiquito en las que era rubio, y mi mamá no creyó que yo fuera Sabino Abdala, pero eso lo pusieron a propósito mis abuelas para que yo vaya. Igual yo iba a ir a hacérmelo, porque era totalmente consciente de que tenía que hacerlo. Era chico, tenía diecinueve años, pero sabía lo que había pasado en la Argentina. Después, por supuesto que cuando el ADN dio positivo mi mamá adoptiva tomó otra actitud que fue ponerme en el medio de las dos familias, entonces yo empecé a recibir los tiros de los dos lados. Si mi mamá adoptiva hubiera visto una foto de mi papá biológico imagino que se hubiera resistido…
¿Nadie se había dado cuenta de que eras dos años más grande de lo que decían?
Había una especie de complicidad civil. Cuando yo empecé el primario, mi mamá le pidió a la directora que no hiciera demasiadas preguntas. Lo mismo pasó en el secundario. Me mandaron a un colegio que no era el que yo quería pero podían garantizar que no preguntaran nada. Hay que entender que en este país costó mucho hablar de la Dictadura, porque había mucho miedo. Y cuando hay miedo hay silencio.
¿Qué sentiste al no crecer con tu familia?
El tema de los afectos familiares es muy complicado. Con el secuestro tuve un shock muy fuerte. Mis hermanos mayores cuentan que cuando llegué no hablaba y tenía mucho miedo a la oscuridad. Y ahora el vínculo es con mis abuelos o tíos, pero es complicado porque si uno no vivió algo no es lo mismo.
Antes de que supieras que eras adoptado, ¿sentías que te faltaba algo?
Sí sentía que algo me faltaba. Por eso no pudieron ocultarme todo mucho tiempo.
SABINO HOY
Actualmente Sabino colabora con las Abuelas de Plaza de Mayo para encontrar a los cuatrocientos nietos y nietas que aún faltan recuperar su identidad.
Yo colaboro con las Abuelas. El último spot de las Abuelas lo armé yo. Estudié cine y algo sé. Tuve la idea de que los nietos pongan la cara en la televisión y que digan quiénes son. De esta manera los nietos le hablan a quienes tienen dudas sobre su identidad, apelando a ellos para que avancen en su búsqueda. Los nietos tenemos que darle una mano a las Abuelas, ellas se ponen contentas con nosotros y se sienten contenidas.
¿Actualmente tenés relación con tu mamá adoptiva?
Con mi mamá sí, a veces. Pero como me ocultó tantas veces la verdad, algo se rompió. No tengo rencor, la sigo queriendo. Ella ya fue juzgada por este tema así que ya está.
¿Qué pensás hoy en día de los militares?
Yo miro hacia el futuro. Me parece muy bien que los estén juzgando ahora. También quiero saber dónde están los cuerpos de mis padres. Es importante que nos den los datos para encontrar a los nietos y los cuerpos de los desaparecidos. Sin los cuerpos no puede haber duelo, no se puede cerrar la historia.
¿Qué te inspira para ir a los colegios?
El estar con ustedes, que me pregunten. Además, lo bueno es compartir mi historia porque a lo mejor hay alguna persona a la que le sirve para despertar alguna duda o avanzar en sus propias preguntas.
¿Volviste a ver a tu profesor del secundario?
Sí, al principio estaba enojado con él porque no me dijo nada. Pero me contaron que en muchos casos cuando la familia apropiadora sospecha algo, saca a la persona del país o lo oculta. Así que después le agradecí porque él fue el motor que llevó adelante el encuentro. Sin su aporte hubiese sido más difícil.
PALABRAS FINALES
En este último tiempo mi vida cambió profundamente. En primer lugar, porque me pude hacer cargo de mi historia y de quién soy. Si no te hacés cargo de tu pasado no podés construir nada de tu vida. Por eso me costó tanto todos esos años. Uno va aprendiendo con los años…